El monasterio y la disciplina
Mumford explica que durante los primeros siete siglos de la existencia de la máquina, las categorías de tiempo y espacio sufrieron un cambio extraordinario y que todos los aspectos de la vida fueron afectados por esa modificación.
La aplicación de los métodos cuantitativos del pensamiento tuvo su primera manifestación en la medición regular del tiempo. La nueva concepción mecánica del tiempo surgió en el monasterio medieval. Fue allí donde el deseo de orden y poder se manifestó primariamente.
Dentro del monasterio regía el asilo. Bajo la regla del orden y la disciplina quedaron eliminadas la sorpresa, la duda, la arbitrariedad y la irregularidad.
En el sigo VII, el Papa Sabiniano regularizó el sonido de las campanas que sonaban siete veces al día para indicar al pueblo las "horas canónicas".
De esta manera, los monasterios contribuyeron a dar a la vida el ritmo y la regularidad de la máquina.
Posteriormente, los campanarios se propagaron fuera del monasterio y las horas dadas por las campanas sometieron al trabajador y al mercader a la regularidad.
El reloj y el ritmo en la ciudad
El reloj mecánico hizo su aparición hacia el siglo XIII cuando traspasó las murallas del monasterio y las ciudades exigieron una vida ordenada.
El reloj fue la máquina clave de la época industrial moderna. Marcó la perfección hacia la que aspiraban otras máquinas.
Disoció el tiempo de los acontecimientos humanos y contribuyó a fomentar la creencia en un mundo independiente, de secuencias mensurables: el mundo de la ciencia.
Hacia fines del siglo XVI apareció el reloj doméstico y fueron las clases pudientes las que primero adoptaron y luego popularizaron el nuevo mecanismo.
Llegar a ser tan regular como un reloj era el ideal burgués.
La popularización del hecho de tener presente la hora, que surgió con el reloj barato estandarizado a mediados del siglo XIX, era esencial para un sistema bien articulado de transporte y producción.
Por lo tanto, el tiempo asumió el carácter de un espacio circunscripto que podía ser llenado, dividido, medido y dilatado.
La perspectiva y los nuevos mapas
El espacio y el tiempo medievales formaban dos sistemas relativamente independientes. Esta característica se veía representada en las obras de arte donde el artista introducía otros tiempos dentro de su propio mundo espacial, tales como escenas de la vida de Cristo dentro de una ciudad contemporánea italiana.
Dado que el espacio y el tiempo se encontraban separados, el eslabón que unía los sucesos era el orden cósmico y religioso.
Entre el siglo XIV y XVII en Europa occidental se dio un cambio revolucionario en cuanto a la concepción del espacio. De ser una jerarquía de valores se transformó en un sistema de magnitudes. Comenzaron a estudiarse las relaciones de los objetos en el espacio y las leyes de la perspectiva.
Lo que los pintores hicieron en sus cuadros al aplicar la perspectiva, los cartógrafos lo aplicaron en los nuevos mapas. Se establecieron las líneas de latitud y longitud con lo que se abrió el camino para los exploradores posteriores.
El descubrimiento de la naturaleza
Las categorías de tiempo y espacio se unieron y se coordinaron con el movimiento, con lo cual se los pudo medir y controlar.
El interés por el mundo celestial fue suplantado por el interés en el mundo material. Este cambio de visión hacia la naturaleza se manifestó primero en figuras solitarias antes de ser generalizada.
El descubrimiento de la naturaleza fue el acontecimiento más importante de la era de descubrimientos del mundo occidental. Los viajes, los estudios y tratados sobre la naturaleza daban cuenta del cambio de actitud hacia el mundo exterior para explorarlo, invadirlo, conquistarlo y comprenderlo.
Cambios socio-culturales
Antes de que los inventores crearan máquinas, los hombres se habían disciplinado y organizado.
La nueva burguesía redujo la vida a una rutina minuciosa e ininterrumpida en lo referente a los negocios, a las comidas o a los placeres. Todo era cuidadosamente medido y metódico. Todo quedó sujeto al calendario o al reloj.
El protestantismo reforzó las ideas de sobriedad de la clase media. Unió las finanzas al concepto de una vida fundada en Dios. Convirtió al ascetismo apoyado por la religión en un procedimiento para concentrarse en los bienes y en el progreso terrenal.
De esta manera, Mumford concluye que la mecánica se convirtió en la nueva religión y dio al mundo su nuevo Mesías: la máquina.